lunes, 19 de agosto de 2013

24HM (I)

24 HORAS EN MEKI - PARTE I de VIII

Son las 6 a.m. en Meki, Etiopía, una hora menos en España, y las 0 h en el horario local. Todos dormimos, aunque mi sueño no es del todo profundo. Desde algún lugar, ya temprano, percibo el pregón ortodoxo como una letanía, un cántico quejumbroso y lastimero, aunque penetrante, que sale de un alejado altavoz y llega hasta mi duermevela. Una tenue claridad mancha la habitación, pero todavía es temprano para nosotros.

No obstante, en algún lugar de Meki, cientos de jornaleros esperan sentados sobre unas montañas de escombros, con gravedad en el rostro, a ser escogidos por los patrones para ganar su jornal trabajando la tierra. No hay buen humor. El trabajo es duro, y está lloviznando. Llueve sobre el mojado de días atrás, y nuestra ropa tendida no termina de secarse.

Son las 6.40 a.m. La afanosa Fandisha comienza a deslizarse sigilosa por la habitación. Llega a la puerta y es inevitable; está hinchada de la humedad y roza contra el suelo, provocando un estruendo cada vez que se abre y se cierra. La intuyo pasar a través de la microretícula de mi mosquitera, y pienso que tengo 20 minutos de concesión, todavía, hasta que el nuevo día empiece. Me regocijo en el confort que me proporciona ese velo de tul acampanado que se descuelga desde el techo. No es más que un escudo protector de apenas medio milímetro de grosor, pero a mí se me antoja una verdadera cota de malla contra los afilados aguijones de los insectos. 


Mi alarma suena por fin, y dan las 7 a.m. Me acicalo un poco y llego al comedor. El desayuno está listo, porque las Chicas se han encargado la última hora de calentar agua, preparar café e ir a comprar pan. Me siento a la mesa y comparto mi cara de dormido con el resto de mis compañeros. Comentamos quién ha roncado esa noche o qué extraños y furtivos sonidos nos han desvelado. Creemos que hay un ratón que merodea los tejados, porque algunos lo han visto salir de la despensa. Hablan de él como un ser leviatanesco, pero no creo que sea más que un mero ratoncito despistado.

¡El Malarone! Ya se me olvidaba... Fundamental para seguir viviendo en el País de las Maravillas. Por suerte no me da reacciones adversas y sólo me provocó pesadillas el primer día. Y antes de comenzar el día, un breve paso por taquilla. "Intimidad" es una palabra que hay que eliminar del diccionario mientras se está en Meki. La escena de salir de la letrina y encontrarme a Nerea lavándose los dientes, fue el déjà vu más repetido.

(Continuará)
 

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