viernes, 13 de enero de 2012

Grana-Dinos

Granada es una ciudad donde uno, realmente, toma conciencia del paso del tiempo y puede percibirse como un insignificante pasajero de la vida. La vida... una reacción química que tuvo lugar hace un par de miles de millones de años, y que ahora, mucho tiempo después, derivó en unos seres "humanos" (sic.) que tomaron conciencia de ella y de sí mismos.


Realmente uno puede imaginarse un rey nazarí deambulando por los jardines del Generalife, estudiando el reflejo del paisaje en las albercas; a Boabdil, llorando como mujer (sic.) la entrega de una Granada a los Reyes Católicos, que no supo defender como hombre (sic.); a Cristóbal Colón negociando el viaje que expoliaría las Américas; incluso a Washington Irving escribiendo los Cuentos de la Alhambra en la penumbra de una cámara.

No sólo eso, sino que también es fácil, siendo más contemporáneos, intuir a los Planetas tomando cañas y tapas por Calle Elvira, o a Luís García Montero inspirándose en la ténue luz que ilumina los estrechos callejones del Albayzín. Incluso a uno le parece escuchar a Miguel Ríos volviendo a Granada por la orilla del Darro. Todo es sugerente en Granada, y un aura de misterio rodea cualquier relato, callejón o establecimiento.


La vida, imaginándola un milenio atrás. Y nosotros, un milenio después, recorriendo los vestigios de aquélla.

Pero además, Granada puede llevar a uno mucho más atrás en el tiempo si visita el maravilloso Parque de las Ciencias (Valencia: toma ejemplo). La exposición sobre dinosaurios te obliga a hacer un complicado esfuerzo de abstracción e imaginar que hace más de 50 millones de años, unos gigantes habitaron y dominaron este mismo planeta, y que lo hicieron durante 150 millones de años aproximadamente.

Parece ser que un meteorito pudo ser el causante de la extinción de todas las especies. Aunque la cuestión es: ¿alguien puede imaginar al ser humano perdurando sobre la Tierra 150 millones de años?

Se pierde de vista que el mundo, como lo conocemos, es el resultado de los últimos 5.000 años, redondeando por lo alto, de existencia del ser humano. Sin olvidar el hecho de que el 99% del legado visible y disfrutable data de los últimos 500 años. Me resulta difícil aceptar que somos un suspiro, apenas un parpadeo en el transcurrir del tiempo de este planeta. Que todos nuestros odios, nuestras confrontaciones y diferencias, nuestras envidias, nuestros esfuerzos, nuestra esclavitud del trabajo y del dinero, nuestras preocupaciones, nuestras religiones, nuestra cultura, nuestra belleza, nuestra ternura y nuestro amor, permanecen frágilmente expuestos a los designios leviatanescos de un universo inconcebible.

Igual que sucedió con los dinosaurios, todo vestigio del ser humano podría borrarse de un plumazo y todo lo anterior, que es básicamente la idiosincrasia de nuestra vida, pasaría a ser polvo.


Al menos me reconforta que, igual que después de un gran cataclismo que erradicó los dinosaurios, algo persisitió que originó los humanos, algo mejor saldrá de nosotros cuando hayamos dado paso a posteriores formas de vida. Aunque falta mucho para eso.

Vivid y dejad vivir (Hakuna Matata).