viernes, 24 de marzo de 2017

Ser, hacer, tener, amor y azar

Después de 9 años de actividad – más bien interrumpida – y de un largo periodo de mutismo, El bosón de Higgs resucita, aunque para marcharse y dejar paso a nuevos e inminentes proyectos personales que vienen gestándose lentamente desde hace tiempo.

Pese a todo, se despide con un post para el que me ha costado mucho, mucho, mucho tiempo reunir la valentía necesaria para escribir sobre ello, y quizá no me hubiese decidido finalmente si no hubiese dado – supongo que no por casualidad – con este fantástico artículo de Marina Díaz de www.psicosupervivencia.com, que creo que es lo mejor, con diferencia, que he podido leer al respecto en mucho tiempo.

Esto va sobre la soltería y la búsqueda de pareja.

Y lo que pretende es romper el tabú que existe sobre el poder sentir y decir que, a una cierta edad – ya tengo 33 –, y con el tiempo cada vez más, la soltería no deseada deja de ser divertida y las dificultades para encontrar una compañera de viaje son frustrantes y, a menudo, dolorosas.



SER, HACER, TENER (Y ENTRETANTO, EXPERIMENTAR)

Llevo casi 4 años sin pareja estable, y desde luego lo que no he hecho en este tiempo es quedarme parado para ver si el destino tenía a bien plantármela en los morros. Absolutamente todo lo contrario. Así que por esas no hay excusa. Creo profundamente en el trinomio “ser, hacer, tener”, de modo que en estos años he tomado parte en actividades y cursos que se han conectado íntimamente con mi ser – véase un curso de Coaching, teatro de improvisación, mi voluntariado, etc. – y donde las posibilidades de conocer a una persona compatible son, si no altas, al menos mayores que en un pub cualquier noche.


Foto: 3, 2, 1... ¡IMPRO!

Juro aquí con la mano derecha en el corazón que participar de estas actividades nunca ha perseguido ni directa ni indirectamente la búsqueda de pareja, pero estaréis de acuerdo que podría haberla encaminado. Y siendo sinceros, eh… ¡funcionó! Una de estas actividades me permitió conocer una chica con la que tuve un romance de 6 meses. E incluso la llegué a querer, pero nunca se lo dije. Ella no llegó a enamorarse de mí, y cuando le puse las cartas encima de la mesa, no quiso cogerlas.

Algo muy interesante que este periodo de soltería me ha permitido hacer es explorar las nuevas aplicaciones de ligoteo y páginas de búsqueda de pareja, con una predisposición algo así como entre “a ver si pillo cacho” y “qué curioso lo que sucede por aquí”. Y, de nuevo, siendo sinceros, eh… ¡funcionó también! Bueno, ya puedo contar que tengo un máster en historietas divertidas y noches surrealistas fruto de los encuentros casuales que he conseguido establecer a través de estos mecanismos. Aunque tampoco me han reportado nada estable.

Así que, bueno, resumiendo… ¡hice mis deberes diligentemente! De modo que es legítimo confesar que ya hace tiempo que me hastía tener que “swipe right” 100 fotos del Tinder para conseguir 1 match, y que de cada 5 matches, sólo una tía te mantenga una conversación, en la que además me esfuerzo en que sea interesante  - o, si acaso, diferente de las 50 que le habrán abierto el resto de tíos -, conversación que se detendrá en el momento que yo me quede callado y espere a ver si ella toma la iniciativa. También es honesto aquí decir que los ratios han empeorado desde que llegué a Múnich, y que en Valencia me iba la cosa mejor.

También considero legítimo confesar que también me hastía lo relativamente difícil que resulta hablar con una chica en una discoteca sin que te perdone la vida por ello o sin que el estigma social le haga creer que lo único que quiero es camelármela para acostarme con ella.

Qué queréis que os diga… Estoy cansado de ello.


LA VALIDACIÓN SOCIAL DE ESTAR EN PAREJA

En una realidad donde el estar emparejado supone una importante fuente de validación social, es difícil ser un soltero por vocación. Cuando me refiero a “validación social”, me estoy refiriendo a todos los intangibles relacionados con cómo te tratan y ven tus amigos y/o la sociedad cuando estás soltero a diferencia de cuando estás en pareja.

Vamos a lo primero. Es un hecho constatable que los mismos amigos (emparejados) te llamarán con mucha más frecuencia cuando tengas pareja para unirte a su plan, por sideral o aburrido que sea, pero cuando estés soltero te quedaras sin acceso a más de la mitad de estos planes, sólo por el hecho de que no te acompaña una persona. Y mira que debería prevalecer la amistad sobre el hecho de tener o no pareja. ¡Está bien! ¡No lo juzgo! Tiene toda la lógica del mundo. Simplemente, me damnifica, y no puedo hacer nada contra ello.

Y ahora a lo segundo. No sabéis las veces que le abordan a uno los amigos – emparejados, obviamente – para decirle: “¡Venga, hombre! Métele fichas a esa, que está ahí sola”; o “¿Qué? ¿Te llevas la guitarrita para ver si mojas las bragas de alguna?”.

Hace poco estuve visitando a una amiga durante un fin de semana. Nos gusta tocar la guitarra y cantar, así que dedicamos gran parte del tiempo a ello. 

Me llamó la atención y me disgustó la percepción que ella, por sus comentarios, parecía que se había formado de mí, la cual, por seguirle el juego y entender que tenía parte de broma, no me molesté en desmontar. No me gustó ser en sus ojos un personaje mojabragas-con-guitarra-que-va-de-ligón-y-profundo-porque-también-le-gusta-escribir. Pero así es como me percibía.


Foto: mojabragas-con-guitarra-que-va-de-ligón-y-profundo-porque-también-le-gusta-escribir.

Diría que la sensación se puede describir de la siguiente manera: parece que cuando uno está soltero, cualquier contacto con una chica se ve externamente como un intento de ganarse la simpatía y la atención de ésta - un intento de ligársela, vamos -, y cualquier actividad desarrollada fuera de la rutina esté destinada a aumentar el valor de uno dentro del hostil mercado de los solteros. Parece que al soltero le deja de ser posible interactuar con chicas por el mero placer de la interacción, ni tampoco puede dedicarse al cultivo de su cuerpo, mente y alma, sin que haya un halo de juicio sobre él y sobre el dudoso fin último de sus actos.


POR QUÉ DESEAR UNA PAREJA

Uno se acuerda muy mucho de lo soltero que está cuando llega el alquiler mensual y tiene que aflojar la tajada solo, las tardes de domingo esas en que no hay nada que hacer, cuando tienes un mal día y necesitas la compañía de alguien, o cuando ha pasado ya un tiempo de la última vez que tuviste sexo, y quisieras disfrutar del derecho a tenerlo regularmente.

Pero esos no pueden ser los únicos motivos, obviamente, por el que uno quiera tener pareja. Ni siquiera la presión social que se siente cuando tienes una edad en la que casi todos tus amigos están emparejados, casándose, teniendo hijos y comprándose pisos.

Y mira que soy perfectamente consciente que estar en pareja no le redime a uno de tener momentos buenos y malos, y nuevos problemas le esperan a uno a la vuelta de la esquina.

Se trata simplemente de que muchos de los planes que tengo para mi vida pasan por experimentarlos y disfrutarlos con una persona al lado. Que hay un mundo de autoconocimiento y crecimiento personal por descubrir cuando se está en pareja, y quiero conocer todo lo que puede abarcar el mío. Que quiero sacar el foco del ‘yo’ y ponerlo en el ‘nosotros’, y quiero experimentar los conflictos y las resoluciones de pareja para madurar emocionalmente. Que quiero corresponder a alguien, y ser correspondido. Que quiero jugar a uno de los juegos más complicados de la vida moderna: estar con una persona, y hacer que cada día cuente y que se revalide el amor cada mañana. Que quiero trascender a través de mi descendencia con ella, y que quiero que mis padres vivan para verlo.


DE AQUELLOS BARROS... NO, NO VIENEN ESTOS LODOS

Le he dado veinte mil vueltas al asunto. “¿Qué estoy haciendo mal?” “¿Por qué no doy con la persona adecuada, y los demás sí?” “¿Es que soy demasiado exigente?”. Pero, dejando a un lado el hecho cierto de que cuanto más mayor se hace uno, menos cosas le valen, también como resultante de conocerse mejor y saber lo que uno quiere en su relación, he concluido que la respuesta es… ¡NADA!. Que no estoy haciendo de ningún modo nada mal, a excepción de que cada vez que conozco una chica que me interesa y siento cierta reciprocidad, me pueda costar controlar mis emociones que me acribillan con la pregunta: “¿será esta? ¿será esta? ¿será esta?". Algo de lo más humano y natural.

De modo que he concluido que todo es fruto del azar. De esa gran parte de azar que tiene la vida y el amor, por formar parte de ella, también. Por el mismo argumento que si dibujamos una campana de Gauss y analizamos, de todas las personas que han llevado una vida saludable, cómo la mayoría han fallecido alrededor de los 80 años, otras a los 60, y unos pocos han durado 40 años y otros poquitos 100, por el mismo azaroso argumento me está costando más que a los demás que lo buscan y lo desean igual que yo, e incluso que los que lo desearon menos. Es decir, porque estadísticamente, hay gente a la que le tiene que costar.

Posiblemente sea lo que peor llevo estando sin pareja el hecho de que mi subconsciente mantiene constantemente un pilotito encendido en rojo, en estado de alarma, como recordatorio de que muy adentro del cerebro continúa ejecutándose la aplicación “búsqueda de pareja” que consume una burrada de recursos del sistema sin que casi te des cuenta. Y lo que considero más preocupante es que, al igual que un día decidí que dejaba España y me iba a trabajar fuera, para lo cual tuve en todo momento un plan en mi cabeza de qué hacer, cómo, y en qué momento, en cambio, para lograr apagar el pilotito no dispongo ni de la más remota estrategia y siento que estoy al más puro antojo y capricho del azar.


LA ACTITUD: NO HA SIDO PREMIADO, PERO SIGA RASCANDO

Hasta el momento en que se obre la magia y la flecha de cupido impacte sobre mi espalda, sólo queda esperar y sacarle el mejor partido a la etapa de soltería. Esperar con paciencia de isla, porque se trata de encontrar a UNA, porque espero lo que quiero, y a estas alturas no voy a conformarme con menos, y mientras tanto quiero seguir teniendo relaciones auténticas y afectuosas con las personas que me rodean y seguir mostrándome como el chico ideal de una hipotética pareja ideal, sin que ello difiera de ser más yo y más genuino que nunca.

Y a los emparejados que veis a los solteros desde vuestra atalaya, deciros que no subestiméis vuestras corazonadas de "debería presentarle X a Y", ya que hay numerosas parejas que se conocen a través de un amigo común, lo cual sirve como elemento validatorio y otorga un certificado de calidad en un mercado donde es difícil distinguirse por meritocracia y donde ayuda mucho más una "carta de recomendación".

Ven ya. 

Fin.


Foto: Parece que por el canal no llega...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Què gran eres! ho fas tot bé, hi ha molt poques persones en el món de la teua qualitat humana. Una forta abraçada!

Atentament,

cap de setmana de poker i fideuà

La Bendi dijo...

Me encanta. Y me encanta también psicosupervivencia! Y lo que no me encanta tanto es que nuestra situación sea tan jodida de asumir...Jejeje! Azar, vente ya conmigo!

Nía dijo...

Me identifico tanto con lo que dices. Gracias por escribir algo asi hahaha Ya se que no soy la única que siente esto.