"How much does your life weigh?" - pregunta Ryan Bingham (George Clooney) en 'Up in the air'.
Esta escena y su diatriba me ha tenido en jaque durante varios días, pensando no únicamente en el controvertido planteamiento del personaje, sino también en mi interpretación personal del mensaje lanzado. Quitando de los desafortunados 3 últimos segundos, donde pretende asemejar los seres humanos con tiburones, me parece una reflexión atrevida y, según en qué foros, políticamente incorrecta.
Hasta cierto punto es sencillo aligerar el peso de las cosas materiales en aras del desarrollo personal. Si tratamos de llevar todas ellas con nosotros, llegaremos a un punto en que las correas tirarán demasiado hacia atrás, impidiéndonos el paso, quizá haciéndonos daño incluso.
Pero, ¿qué sucede cuando esta mochila la hemos llenado de gente que nos importa, de amigos, de familiares, de nuestras parejas, de recuerdos, de experiencias? ¿Alguna vez hemos pensado cuánto puede pesar esa mochila llena de elementos tan esenciales para nuestra vida? Y yendo más lejos, ¿hasta dónde podríamos llegar sin su peso?
¿Cuántas son esas creencias que nos constituyen, esos compromisos que nos rigen? ¿Cuánto pesan los valores a los que me debo? En resumen, ¿cuánto de lo que nos ha traído hasta aquí, hasta lo que somos, todavía viaja en nuestra mochila?
Mi mochila. Fui a por ella...
Y ahí estaba todo.
Un gran saco de amor y deber a mis padres y a mi familia. Un buen adoquín de compromiso con mis principios. Un pesado plomo por cada persona que me esfuerzo en mantener cerca en mi vida.
No está mal... Pero había más... Algunas cosas que ignoro qué hacen ahí todavía.
Ahí se camuflaba, muy hondo, el día en que le dije a una chica "no va más" y nuestras vidas, hasta entonces juntas, se separaron. Encontré también el tren que me esperó dos veces, y por dos veces lo dejé marchar. También hallé la impotencia de dejarme África con la miel en sus labios. Incluso una carta que cruzó asombrosamente un continente. Y también estaban, espurias, las tardes en que apreciaba tanto a una persona que, cuando se marchaba, no se despidió.
Encontré mi torpeza de no haber dicho a tiempo que me importaba, las malas decisiones, los errores, la mediocridad. Pesadas como rocas, la veces que estaban esperando algo más de mí. Mis quejas, mis lamentos. Ahí, polvorientas, las vidas que pude haber escogido vivir y no lo hice. Y como un lastre, todo lo que queda por hacer en esta vida.
Se dice que es necesario soltar lo viejo para abrazar lo nuevo. Abrir los puños que sujetan tenazmente nuestro punto de anclaje, y perder el miedo a caminar libres hasta dar con un nuevo asidero. Soltar es mirar hacia delante; tener la valentía de distinguir lo que nos sirve o no nos sirve, en nuestro camino a ser mejores y más sabias personas.
Mi mochila está verdaderamente cargada de cosas. Pero ha llegado el día en que toca vaciarla y estirar la espalda. Desentumecerse y decirle a cada cosa: "fuiste imprescindible en mi vida, pero ya no quiero cargarte más".
Y es que, para descubrir otro continente, los antiguos navegantes tuvieron que perder de vista la costa.
Be yourself.